lunes, 29 de noviembre de 2010

Oh, Blanca nieve

Ya está aquí la nieve. Ha llegado de forma repentina y parece que lo ha hecho para quedarse. Ha dejado todo blanco a su paso como una suave manta de seda y ya se respira el frío. La gente sale de casa bien abrigada con bufandas, guantes y gorros de mil formas y colores, chaquetones que distan de ser elegantes pero que indudablemente son de lo más calentitos y zapatos que cualquiera diría que cumplen a la perfección su función de guarecer del frío a estos que tanto lo sufren; los pies.
El blanco ha dotado a la ciudad de un cariz más jovial, especialmente entre la población infantil. Es frecuente ver a los niños en los parques lanzándose bolas de nieve, jugando a ver quien hace la bola más grande o tratando de construir un muñeco de nieve que en el mejor de los casos se puede adivinar un torcido y desproporcionado busto que de no ser por las ramas como brazos o por la hortaliza a modo de nariz sería imposible de interpretar.

Las placas de hielo que se forman en el pavimento constituyen un peligro para los vehiculos y para los viandantes que cruzan no sin cuidado y con pies de plomo las calles, fundamentalmente aquellas señoras que ya de por si han de caminar muy atentamente.

El paisaje blanco es sencillamente espectacular y merecen especial atención los árboles que sostienen en sus ramas la nieve o los coches que parecen llevar puesta una nívea túnica.

La ciudad tiene un aspecto mucho más navideño y es obvio que el invierno empieza a hacer de las suyas dibujando un precioso panorama que convendría enmarcar. Merece la pena contemplar la nueva apariencia de la ciudad con su envoltorio todo de color blanco.

A mí ya me ha seducido.

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